Entrevista a Ana Arjona en Buenos Aires



“Abra cada página de esta historia como quien entra en la intimidad de una flor”
Entrevista con Ana Arjona y Carlos Fasano,
 por Adriana Prado


Ana Arjona, en Buenos Aires

“Como puertas sobre los muros… Un bellísimo diálogo a pesar de la cárcel o gracias a ella, un documento histórico y autobiográfico que abarca a sus autores pero también los trasciende y nos incluye. En los tiempos en que todo iba más lento, en que el amor podía germinar escondido en la espera, en los resquicios”.
 Gabriela Onetto.
“Una historia de amor que empieza como solidaridad, como fraternidad, pero cuya expresión tiene el fino vuelo de la prosa carcelaria del preso por ideas que encuentra eco, y más, sostén, fuerza, luz en alguien de afuera, una mujer delicada y fuerte, capaz de tender puentes y que pudo llegar, casi sin creérselo, a “sostener tu corazón entre mis manos”. Un diálogo sin testigos aunque una muchedumbre los rodee.
  Hortensia Campanella.
Exactamente una semana antes de la llegada de la primavera, una gris mañana de un turbulento invierno porteño, nos reunimos con Ana Arjona  en un diálogo íntimo sobre su libro: “Como puertas sobre los muros”. También estuvo Carlos Fasano, su compañero de siempre, casi el co-autor y más, de este epistolario entre ambos desde el penal Punta Carretas  en Uruguay, durante su prolongado cautiverio bajo la última dictadura militar, en el marco del Plan Cóndor en la década de los años 70.
Este intenta ser el reflejo de aquellas horas de aquel afectuoso diálogo y de evocación del tiempo en que toda nuestra América vivió su pesadilla más sorda,  pero que también fue germen de maravillosas historias de vida surcadas por el amor, el compromiso, la valentía y los mejores valores del ser humano solidario.

El libro de Ana Arjona, de editorial Yaugurú

-La pregunta, querida Ana, en esta mañana de Buenos Aires, es ¿por qué este libro ahora después de casi 40 años?
-Ah, bueno… este libro es igual que la escritura, viene cuando viene… Lo empecé cuando pedazos de memoria llegaron a mi recuerdo… hace unos nueve años aproximadamente. Pedacitos que fueron quedando ahí y que yo pensé que eran como islitas a las que trabajaba y me dejaban conforme. Pero llegó un momento en el que otras escrituras pidieron cancha… esto puede transformarse en un libro, pensé: memorias que se fueron organizando,  y eran fuertes.
Aquí hago una digresión. Participo de un grupo de seis escritoras amigas que hacemos desde el año 2009  un “retiro”, dos veces por año, que dura tres días. Ellas comenzaron a decirme insistentemente que esta era una historia de amor y que la tenía que escribir. Y bueno, los textos fueron madurando y hace unos cuatro años me dije, voy a ver qué material tengo, voy a juntarlo y a ver cómo queda.
Quería que fuera una cosa leve, con mi narrativa poética, con algunos poemas, con pequeñas ilustraciones. Y efectivamente el libro tiene ilustraciones muy livianas que hizo Maca, que es el editor. Él es poeta, pinta, dibuja, es múltiple artista y tiene esta editorial Yaugurú con la que hace libros-objeto, que los tocás y te encantan: suaves, pequeños. Yo creía que el libro tenía que tener algún “detallecito”.
Bueno, empecé a juntar los textos, los armé y dije ¿cómo lo hacemos? Quería que fueran pinceladas, cosas suaves, sugerentes. Los textos tienen mucho que ver con la dictadura, con lo que una sentía y con la forma que tengo de ver las cosas.
-Es un libro sensitivo. Si le tuviéramos que contar a los lectores, “Cómo puertas sobre los muros” ¿qué cuenta, de qué habla, de qué nos habla?
- Es un libro testimonial: todo lo que está allí ocurrió, es el testimonio de una mujer que se ve enfrentada a una situación muy particular dentro del contexto de persecución y represión de la dictadura. La esposa del preso me pide por favor que me encargue de él; alguien la había nombrado y se tiene que ir. Este libro habla de eso, de ese espacio corto: un año y medio hasta que lo liberan. Carlos había estaba desaparecido; luego “apareció” en el Penal de Punta Carretas y estaba detenido allí desde hacía cuatro largos años. Bueno, cuando me lo plantea, entre otras cosas, significaba ir  a visitarlo todas las semanas.
-¿Vos tenías algún acercamiento político o ideológico, con ellos?
- Yo era una mujer de izquierda, del Frente Amplio, pero no era una militante política; la militancia la tenía en el sindicato docente. Era maestra, estaba destituida desde el año 1975. En Uruguay la dictadura fue terrible. Tenía tres hijos, no podía trabajar, me aplicaron una ordenanza que me acusaba de ser enemiga de la patria y me prohibía pisar las escuelas, los lugares públicos.
- Leyendo el libro tengo la sensación de que no dudaste ni un instante en aceptar esta responsabilidad…
-No, no dudé; al lado de los riesgos que se corrían y que se habían corrido y ante todo lo que estaba sucediendo, uno pensaba que esto casi no era nada. Pero si, era un gran riesgo, yo tenía tres niños, la más chiquita tenía dos años. Pero no dudé. Era una situación tan fuerte, que requería de mi amparo, de mi solidaridad, de mi fraternidad, ¿cómo no vas a ayudar?
-Yo pensaba cuando empecé a leer el libro -cómo tantas veces pienso- la maravilla que es la juventud, la juventud comprometida, que no pregunta demasiado, que está prontamente dispuesta. Que hay algo que está más allá, aleteando sobre esa pretendida “prudencia” y que es el espíritu solidario; y eso es un bien, es un tesoro, y eso no se destruye…
-Sí, y es un tejido que se hizo, un tejido de sostén por fuera de todo, por fuera de la cárcel.  Lo importante es que adentro de ella también lo sentían. Lo que uno quería era eso: que les llegara ese amor.
-Y lo que tanto antes como ahora se trata de destruir, porque es un bien valiosísimo.
-Es lo esencial y el amor es eso: lo esencial.
-Sin intención de ir a algo muy íntimo o personal, a medida que se avanza en la lectura de las cartas se nota que el amor estaba flotando, quizás no en forma demasiado consciente en ese momento, pero se entrelee que era más que una tarea militante o solidaria, había desde el primer momento, flotando, ese hilo de amor, de ternura… quizás por tu propia sensibilidad…
-Sí, yo creo que es la forma que tengo de acercarme a las cosas, a los seres humanos, creo que es así. Yo no lo conocía mucho a Carlos, pero las cartas fueron revelando un ser humano que ¡oh albricias! resonaba igual que yo. Por ejemplo: estábamos leyendo un libro que le había mandado, a través de las cartas lo conversábamos  y el punto de vista era similar. Y si le mandaba un poema luego recibía una vibración, un comentario, que también era muy similar.
En esas épocas yo estaba en una situación afectiva difícil. Además había perdido amigos, muchos amigos desaparecidos, algunos muertos en Uruguay otros en Buenos Aires y una pléyade de amigos que se habían ido a Angola, Holanda, Australia, para todos lados del mundo. Entonces una sentía que además de la opresión de la dictadura estábamos cada vez más constreñidos, más huérfanos de amor. Y yo le escribía a este hombre y las cartas iban y venían y era como una red que había recogido una maravilla.


Ana y Carlos
-Eso, la red…
-Exacto y entonces fue muy impactante. Pero lo que sentí siempre fue que en ese tránsito encontré un amigo, se construyó una amistad divina, incluso me preguntaron ¿cómo estas cartas con esa ternura y hondura?  Por eso, porque lo primero es el ser humano y la construcción de una amistad. Una amistad es un amor, una forma de amor de las más preciosas. Sobre eso después se fue construyendo otro amor, un amor más profundo, con los años, pero fue antes que nada mi amigo.
-Otro lugar donde aparece la pincelada de lo poético, es cuando leemos que vos le mandás flores y nos imaginamos a Carlos recibiendo esas flores…
-Sabés que las flores era lo único vivo que dejaban pasar en el penal, tras los muros no podías cultivar ni una plantita… nada vivo… Yo amo las flores, además, pero más allá de eso las flores te dan muchas cosas, belleza, color, perfume, están muy emparentadas con la poesía. Carlos conoció los nardos porque yo se los mandé. Federico García Lorca escribía: “ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino…” para mi mandarle nardos era muchísimo más que eso, eran mensajes que iban y venían y este hombre encontraba los mensajes, los descubría…
-Seguimos Ana, aquí con el libro “Como Puertas sobre los muros”,  no solo especial por su contenido, sino también por su factura. Demanda una forma de participación  e involucramiento personal, y es muy original.  Contános por qué se hizo así;  las hojas están sin refilar, están unidas, plegadas y no cortadas, sino siguiendo los pliegues de la plancha de papel.
-¡Es tan precioso! Tiene mucho que ver con el editor, Maca, de editorial Yaugurú (le dicen Maca porque su nombre, que es Gustavo Wostchoiewsky, es muy difícil de pronunciar). Siempre pensé que si algún día publicaba un libro se lo iba a dar a Maca porque, si bien no lo conocía personalmente, había visto libros suyos que eran libros-objeto suaves, bellos, y cuando decidí publicarlo una amiga me lo presentó. Él tenía que leer el texto, no me conocía, le comenté brevemente cómo era el libro e inmediatamente me dijo “yo me lo imagino pequeño y sin refilar, porque es una cosa íntima, y hay que ir entrando en él como despacito, porque hay que ir abriendo cartas, develando pétalos”. Yo quedé impactada.
-Claro, además que me imaginé a mi misma usando un cortapapeles, como cuando recibo una carta …
-Y tiene mucho que ver porque yo recibía las cartas desde el Penal y después seguía recibiendo sus cartas desde Europa, en el exilio, y el libro remite a esa alegría, esa fascinación y nerviosismo de cuando recibís una carta que estás esperando pero no encontrás con qué abrirla; no querés abrirla en cualquier momento, en cualquier lugar; querés esperar el momento de soledad…
-Además hay otro detalle, y eso me lo tenés que explicar, el canto del libro tiene una impresión, un texto, no sé si hay un mensaje, unas líneas… pareciera haber algo escrito pero que luego se perdería al ir cortando las hojas…
-Parece que es muy difícil armar un libro de esta manera: en la parte superior de las hojas es más sencillo porque hay como un pespunteado para ir cortando, pero el borde lateral es muy difícil porque está el pliego doblado, quedan dos hojas abiertas y dos hojas que hay que abrir… y queda esa marca de impresión en el doblez que conforma el canto… No hay inscripción… no hay texto… y eso lo aprecia quien tiene un relación especial con el libro, como objeto.
-El libro también tiene algunos dibujos
Le dije a Maca que me lo imaginaba con unas cuatro o cinco pequeñas viñetas, si él podía hacerlas y me dijo que sí. Yo desconocía cuales serían y él fue dibujando a medida que leía el libro y a mí me encantó. Él se involucró mucho. Tal vez yo intuí su excelencia como editor y dibujante. Yo decía que sus libros eran una preciosura. 

Ilustraciones de Gustavo “Maca” Wostchoiewsky, el editor

-Bueno, si intuiste al “amor de tu vida” intuir al editor era tarea más sencillaJ…Y vuelvo otra vez a la pregunta del comienzo: ¿Después de tantos años hay una mirada distinta, otra perspectiva, existe un momento de posibilidad de síntesis, de atribución de significado y de sentido distinta, se pueden hablar, contar ciertas cosas y de cierto modo ahora  y no antes?
-Creo que sí por una cuestión de maduración de los seres humanos, de cómo somos. Lo conversé con Carlos, no era sencillo, era una historia de dos y estuvimos de acuerdo en testimoniar, en que era un momento importante y nuestro legado en un mundo tan líquido, en un mundo donde parece que el amor está acotado. Vemos que los que nos conocen y sobre todo los jóvenes se quedan sorprendidos, entonces es bueno contarles que pasan estas cosas. A pesar de todo siempre hay luz, un espacio, un destello…

Ilustraciones de Gustavo “Maca” Wostchoiewsky, el editor

-Esto que decís del “legado”, quizás por una cuestión generacional se empieza a percibir una necesidad de legado, de transmitir no como una historia o un relato, sino como un testimonio de vida incluso -obviamente desde mi punto de vista- que es también una forma de pasar la llama a las nuevas generaciones con un sentido muy profundo de nuestros pueblos, de nuestra lucha, de nuestra identidad… y si queda todo encerradito en una historia personal, bueno, si, para los hijos y los nietos…y hasta ahí, pero esto es más que una historia de vida hermosa, es una historia de lucha y de gran compromiso.
-Hortensia Campanella, que hizo el prólogo, dice que “es una historia, un corte íntimo en la Historia” un pedacito de la historia del Uruguay. Esa historia de lucha que vivimos es tal vez por la que una llega a la idea de la trascendencia. O tal vez por la edad. De repente sientes que estas historias es necesario trascenderlas, narrarlas, transmitirlas. En realidad cuando escribí el libro no estaba pensando en nada de esto, pero en el fondo creo que si lo estaba pensando. Para mí fue muy importante, porque esa etapa fue durísima; porque una ve cómo está el mundo y se dice: hay cosas que no se deben olvidar. Y porque esto es parte de la memoria colectiva y también es un compromiso con la memoria colectiva. Pero desde un punto de vista diferente: hay muy buenos libros escritos desde el dolor, desde las cosas terribles. Acá el dolor y lo terrible están mirados desde un punto de vista luminoso.
-Veo que todos los días en el diario Página 12 sale un aviso con una foto, recordando en ese día un desaparecido de la dictadura y pienso: son todos jovencísimos,  éramos nosotros. Una ha conocido tantos compañeros, que tenían, teníamos una vida de gran responsabilidad,  la mayoría con sus familias ya formadas, con hijos pequeños, estudiando, trabajando, muy buenos hijos y padres, y tenían la concepción de vivir de acuerdo a esa responsabilidad de la militancia y de la familia, la familia no era una cosa aparte,  sino que formaba parte, la crianza de los hijos, el salir adelante, estar comprometido con el medio social, tan distinto al modelo que se intenta imponer masivamente ahora, de absoluta ajenidad, egoísmo, hedonismo e individualismo…  
Te pregunto ahora Ana ¿cómo sigue tu vida literaria?
-Sigo escribiendo. Tengo mucho material para armar, muchos textos que pueden llegar a tener una unidad y que eventualmente pueden reunirse y formar varios libros. Tengo actualmente varias “colecciones” y también mucho escrito sobre nuestra historia posterior.  Ahora estoy participando de una antología. Hay un poeta uruguayo, Alfredo Fresia, con el que acabamos de hacer un trabajo muy lindo: se le preguntó si le gustaría que distintos escritores, a partir de poemas suyos, los tomaran para narrar. A Fresia le gustó la idea y ahora el 26 de octubre se hace la presentación de ese libro. Allí hay una narración mía.
-Vas a seguir editando, tenés esa posibilidad?
-Pienso que sí.
-Cómo se puede conseguir tu libro en Buenos Aires?
Está en dos librerías: en Antígona en el Centro Cultural de la Cooperación y en la librería Hernández. En esos dos lugares por ahora.
“Como puertas sobre los muros”: una bella historia de más que amor. Le decimos a Ana Gracias y también Gracias a Carlos, el coautor silencioso… que se incorpora a la charla.
-¿Cómo siguió la vida, Carlos, cuando volvieron a Uruguay? ¿Cómo fue empezar de nuevo o no, de empezar otra vez?
-Vivimos cuatro años en México que fue donde nos encontramos con Ana, y ahí tuvimos en común a Ernesto nuestro cuarto hijo.
-Seguro que no les costó nada elegir el nombre… J
-Coincidimos en México con Francisco, mi hermano menor, durante un año y medio e hicimos allí muchas cosas juntos. Mi hermano mayor, que es un notorio periodista de prensa escrita en Uruguay, ya vivía en México exiliado desde el año 1976. Cuando me expulsaron de Uruguay, una vez liberado de la cárcel, tomamos la decisión con Ana de encontrarnos en México. Ese país es nuestra segunda patria, lo adoramos. Estamos encantados con lo que acaba de ocurrir: el triunfo de López Obrador. Tuvimos el privilegio, que a veces da la vida, de estar un mes antes de que ganara las elecciones. Nuestro segundo hijo, que vive en México casado con una mexicana, tiene dos hijas que son nuestras nietas.

Francisco, Carlos y Ana

Los cuatro años que estuvimos con Ana en México fue la época casi más feliz y extraordinaria de nuestra vida. La colonia uruguaya de exiliados era muy grande y volvedora. Cuando llegó el momento de la caída de la dictadura en 1985, aprontamos todos los petates, pusimos todo lo que pudimos en un contenedor y así llegamos a Buenos Aires, nuestra primera parada, con mucha alegría por el reencuentro. Fueron doce años de exilio, doce años en que no estuve en Uruguay al que considero mi país.
Mi infancia fue argentina pero desde los quince años viví con mis hermanos en Uruguay. Volver a Uruguay era un sueño. Pero tuve que esperar hasta abril cuando el primer presidente democrático Sanguinetti, que asumió en marzo, envió al parlamento la Ley de Amnistía. Una vez votada, pudimos volver. Además en Argentina, mi país, (nunca lo voy a olvidar) se vivía la primavera democrática con Alfonsín.
En un encuentro de fuerzas democráticas de América Latina en el año 1983, que se realizó en San Pablo, participé como uno de los delegados del exilio uruguayo a ese congreso. Entonces decidí, una vez finalizado, viajar a Buenos Aires. Llamé por teléfono a mi hermano Franqui y le avisé que iba. Él no lo podía creer, pensaba que le estaba dando un mensaje ¡en clave! Superados todos los malos entendidos llegué y me encontré con mi familia argentina: mi padre, mi madre, mis primos, mi abuela, que hacía añares que no veía. Almorzamos todos juntos en un restorán, en ¡Sarmiento y Montevideo!
Con mi padre y con Franqui fuimos a una manifestación que había en Plaza de Mayo. Miré el cielo y pensé que a pocos metros estaba el mar: el sol en ese momento, límpido, me impactó tanto, que fue como volver al área de la libertad, a la hermosura.
El volver a Uruguay, en 1985, fue reencontrarnos con los abrazos, con la alegría de la gente, la primavera extraordinaria, que duró por lo menos hasta 1987/8 cuando la impunidad ganó el plebiscito que impidió el juzgamiento de todo lo que había sido la masacre de la dictadura.
Volvíamos sin trabajo, sin nada, con lo puesto, con una gran esperanza y una fe inconmensurable. Con la democracia en el Uruguay fueron restituidos los derechos de trabajo y al año se me restituyó al banco al que había pertenecido antes de la instauración de la dictadura.
Pero la mayor militancia de nuestra vida es el amor.
Ya llevamos 37 años juntos y este es nuestro legado. Construimos ideología, construimos  estructuras, pero por sobre todo lo que queremos legar a nuestros hijos, nietos, amigos: es que el amor redime. El amor redime y el amor salva al mundo o lo encierra y lo mata. Estamos y seguimos en eso. Estamos “en la primera línea de fuego”, ya somos grandes, los amigos se van muriendo, nos puede pasar a cualquiera de nosotros, pero seguimos sembrando y eso es lo que  quedará.


La alegría de encontrarnos y compartir



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